miércoles, 31 de diciembre de 2025

 Si los científicos que estudian el comportamiento humano en situaciones de catástrofe han determinado que las personas por lo general no entran en pánico ni se vuelven desagradables ante las crisis del mundo real, ¿a santo de qué repiten una y otra vez esta historia los medios de comunicación? 

Kathleen Tierney, la socióloga del desastre que dirige el Natural Hazard Center (Centro de Peligros Naturales) de la Universidad de Colorado, señala al «pánico de las élites» y subraya la función política de la Narrativa del Progreso Perpetuo. Afirma que «las élites temen la alteración del orden social, los desafíos a su legitimidad». Este pánico de las élites se caracteriza por el «miedo al desorden social; miedo a los pobres, a las minorías y a los inmigrantes; la obsesión por el saqueo y los delitos contra la propiedad; la voluntad de recurrir a un uso letal de la fuerza; y las acciones emprendidas a partir de meros rumores».

El adoctrinamiento comienza a una edad muy temprana. En 2005, la revista Time incluyó El señor de las moscas entre las cien mejores novelas en lengua inglesa publicadas a partir de 1923, y desde la década de 1960 ha sido lectura obligatoria en muchos colegios estadounidenses. Incluso alguien que nunca haya leído el libro es probable que esté familiarizado con la historia de lo que le ocurre al pobre Piggy a manos de algunos muchachos que, al encontrarse en una isla desierta, se vuelven salvajes. Se cita El señor de las moscas como si fuera la evidencia antropológica de que los niños se transforman en monstruitos despiadados si no hay adultos por los alrededores que los mantengan a raya. Hobbes para niños.
Este célebre relato ficticio de lo que pasa cuando un grupo de niños es abandonado a su suerte fuera del abrazo protector de la civilización queda desmentido por lo que realmente sucedió cuando un grupo de niños fue arrastrado por una tormenta y naufragó en una isla desierta en 1977. No se dividieron en facciones, ni se embadurnaron el rostro con pinturas de guerra, ni mataron al niño gordo, como habría esperado cualquiera que hubiera leído la novela de Golding. En vez de eso, acordaron permanecer juntos y desplazarse por la isla siempre de dos en dos para asegurarse de que nadie se perdiera o sufriera un accidente estando solo. Establecieron un sistema de rotación para que siempre hubiera alguien despierto que vigilara el posible paso de barcos. Al cabo de quince meses, dos chicos que estaban de guardia avistaron un barco y todos fueron rescatados.[161]
Christopher Ryan 

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