La Biblioteca Oscura
Gobineau y el “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas”: el origen fino del veneno grueso
Hay libros que son como dinamita intelectual: pueden volar siglos enteros de convivencia humana. Uno de ellos nació envuelto en elegancia aristocrática y prosa francesa, pero por dentro llevaba un artefacto ideológico que incendiaría continentes: Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853–1855), de Joseph Arthur de Gobineau.
Gobineau era un aristócrata francés convencido de que el mundo se estaba yendo al carajo. Pero, como todo buen reaccionario del siglo XIX, no buscó las causas en la injusticia, la pobreza o la explotación —no. El problema, según él, era “la mezcla racial”, la supuesta degeneración de las “razas superiores” al mezclarse con las “inferiores”.
Así, con pluma elegante, Gobineau construyó una teoría pseudocientífica que afirmaba tres cosas:
- Que las razas humanas son jerárquicas, con los “arios” en la cúspide.
- Que la mezcla de razas destruye la civilización.
- Que la caída de los imperios es culpa del mestizaje.
Era racismo envuelto en encaje. Un racismo de salón, con copa de vino, frases afrancesadas y ese tono seguro de quien nunca ha plantado un árbol ni trabajado en su vida, pero se siente autorizado para explicar el mundo entero.
Lo más grave es que su teoría, nacida del resentimiento de una aristocracia decadente, se transformó en un manual para futuros supremacistas. Gobineau fue leído con entusiasmo enfermizo por grupos racistas en Europa, por teóricos del colonialismo, por ideólogos de la segregación y, décadas después, reinterpretado para alimentar el nazismo. Hitler lo devoró, y aunque no lo citaba mucho, absorbió su núcleo conceptual: la “pureza racial” como motor de la historia.
Lo irónico es que, en términos científicos, Gobineau siempre estuvo completamente equivocado. Su libro fue demolido por la antropología moderna, por la genética, por la biología, por todo. Y aun así, su fantasma sigue vivo. Cuando escuchas hoy el discurso del “Gran Reemplazo”, de la “defensa de Occidente”, de la supuesta amenaza del mestizaje… estás oyendo la voz de Gobineau desde el siglo XIX, disfrazada con memes, gráficos fraudulentos y youtubers histéricos.
Ese es el problema de las malas ideas: incluso cuando mueren, se niegan a abandonar el mundo. Y cuando son escritas con autoridad y retórica convincente, pueden sobrevivir más que sus autores.
Gobineau creyó que había descubierto una ley de la historia. En realidad había escrito un espejo de sus miedos y prejuicios. Pero ese espejo, por desgracia, fue levantado por manos poderosas, y millones se vieron reflejados en él.
Y lo mejor de Gobineau, es que inventó el racismo “científico” sin saber nada de ciencia. ¡Eso sí es talento!
Es como si escribiera un libro diciendo que los elefantes vuelan
porque me lo dijo un primo borracho —pero lo hago en francés elegante,
lo imprimo con pasta dura y de pronto ya soy un experto mundial.
Lo más gracioso es que este tipo de teorías solo necesitan dos ingredientes para triunfar:
- Gente con miedo.
- Gente que no lee más de dos párrafos antes de aplaudir.
Y el mundo está lleno de ambos.
Si Gobineau viviera hoy, tendría un canal de YouTube con millones de seguidores explicando “la verdad que los progres no quieren que sepas”, mientras vende suplementos para “mejorar la pureza genética”. Porque si algo nos enseña la historia es que la estupidez humana no solo es hereditaria… ¡también es viral!
No hay comentarios:
Publicar un comentario