“Aura: el fantasma que asusta a los burócratas”
¿Sabes qué es Aura?
Un librito corto. Delgado. Elegante. Menos páginas que un informe de
gobierno… y aun así logró aterrorizar a un secretario de Estado.
Porque en México tuvimos algo glorioso: un funcionario con poder, sueldo público y mentalidad de monaguillo, escandalizado por una novela escrita décadas antes de que él descubriera el shampoo anticaspa.
Carlos Fuentes escribió Aura en 1962.
Y cuarenta años después, en pleno siglo XXI, un panista dijo: “¡Esto es peligroso para los niños!”
No por violencia, no por corrupción, no por cinismo político.
No.
Por sexo sugerido.
Por deseo.
Por imaginación.
Y aquí viene lo maravilloso:
Aura no habla de coger explícitamente.
No enseña a matar.
No enseña a robar.
No enseña a mentirle al pueblo.
Pero sí enseña a pensar,
y eso, amigos, es pornografía dura para el conservadurismo.
El problema no era el libro
El problema era el espejo.
Porque Aura habla de obsesión, de identidad, de lo que escondemos bajo la alfombra moral.
Y cuando alguien con doble discurso ve eso, no dice:
“Quizá deba revisar mis miedos”.
Dice:
“¡QUÍTENLO! ¡DESPÍDANLA! ¡PROTÉJANME DE LAS LETRAS!”
Así funciona la censura moderna:
No queman libros.
Queman a la maestra.
Y para que no quedara duda de quién manda en el reino de la mojigatería, la maestra fue despedida: no por incompetente, no por corrupción, sino por la queja directa de un secretario de Estado ofendido por un libro que su hija leyó.
No prohíben la obra.
Prohíben la conversación.
No te dicen “no leas”.
Te dicen:
“Lee… pero solo lo que no te mueva nada aquí”
(señala el pecho)
o aquí
(señala la cabeza).
El pánico moral: ese viejo truco
El pánico moral es el viagra del autoritarismo.
No se para sin él.
“¡Piensen en los niños!”, gritan…
mientras recortan educación,
normalizan la violencia,
y rezan para que nadie note que los niños no se corrompen leyendo,
se corrompen viendo a los adultos mentir con traje.
Porque si de verdad les preocuparan los jóvenes,
les darían pensamiento crítico,
no catecismos con logotipo partidista.
El chiste final (porque siempre hay uno)
Intentaron censurar Aura…
y lo único que lograron fue venderla más.
Es el karma literario:
cada vez que un burócrata se persigna frente a un libro,
un lector nuevo nace.
Y ahí está la ironía suprema:
El poder le tuvo miedo a una novela.
No a una bala.
No a una bomba.
A un párrafo.
George Carlin lo diría así:
“Si un libro puede destruir tu sistema de valores,
tu sistema de valores ya estaba hecho de papel higiénico.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario