No cesaremos en la exploración
y el fin de todas nuestras búsquedas
será llegar adonde comenzamos
y conocer el lugar por vez primera.
T. S. ELIOT, Cuatro cuartetos
En
sus reflexiones sobre las crueldades «normales» de la crianza de los
niños en las sociedades civilizadas, Sarah Hrdy cuestionaba el futuro de
nuestra especie: «Cuando oigo a la gente preocupada por el futuro de la
humanidad por causas como el calentamiento global, las enfermedades
emergentes y los virus agresivos, los meteoritos que se estrellan y los
soles que explotan, me pregunto: pero, aunque persistamos, ¿seguirá
siendo humana nuestra especie?». Hrdy teme que la supervivencia de la
especie humana no incluye necesariamente la supervivencia de nuestra
humanidad.
Como siempre, es ahora o nunca. Nuestra
especie parece congelada en un perpetuo punto de no retorno, como si
cada paso a dar fuese una encrucijada. Otras civilizaciones se han
derrumbado antes que la nuestra; de hecho, a todas les ha pasado. Pero
ninguna se ha derrumbado tanto como lo hará la nuestra cuando ocurra.
Los colapsos previos fueron regionales; el nuestro será planetario, y no
habrá ningún sitio donde correr a esconderse. A lo largo de los siglos,
muchos ríos y lagos han sido objeto de sobrepesca o envenenamiento,
pero ahora somos testigos de la destrucción de ecosistemas oceánicos
enteros. La atmósfera del planeta está inflamada, y nuestra comprensión
de los peores escenarios posibles se ve constantemente ampliada. En
2015, el huracán más violento jamás registrado —clasificado como de
nivel 7 en una escala que había sido diseñada para alcanzar solo el
nivel 5— arrasó la costa de México.
Decir que
vivimos en una época de cambios acelerados es una auténtica
perogrullada, pero nada puede continuar acelerando para siempre. Si
miramos más allá del horizonte, tanto adelante como atrás, distinguimos
claros indicios de vastos periodos de estabilidad y tranquilidad que no
hacen sino empequeñecer nuestro breve momento de frenesí civilizador.
Los arqueólogos llevan largo tiempo desconcertados por las decenas de
miles de años en los que no parece que haya ocurrido gran cosa que
implique un progreso. Los restos óseos demuestran que la anatomía de
nuestros antepasados era moderna, y sus cerebros, que en realidad eran
un poco más grandes que los de los humanos contemporáneos, sugieren que
tenían una gran capacidad mental, pero sus vidas no cambiaban. Los
objetos hallados revelan muy pocos avances en el diseño de puntas de
lanza o flecha, en los ritos funerarios, en la decoración, etc. ¿Por qué
estuvieron tanto tiempo atascados? Mi propuesta es que no estuvieron en
absoluto atascados: estaban en casa. Si la necesidad es la madre de las
invenciones, ¿por qué nos cuesta tanto suponer que se encontraban
cómodos y felices, sin ninguna aparente necesidad de «progreso»? En
nuestro mundo, donde es habitual menospreciar el presente como una zona
de calentamiento para un futuro mejor, y donde la desinformación acerca
de la larga prehistoria de nuestra especie está completamente
generalizada, es difícil reconocer que la vida de nuestros ancestros no
era solitaria, pobre, desagradable, brutal o corta. Nos resulta casi
imposible concebir que podrían haber estado contentos de permanecer
donde estaban. Sin embargo, esto es lo que la evidencia sugiere.
Christopher Ryan
No hay comentarios:
Publicar un comentario