viernes, 26 de diciembre de 2025


 La frase de Séneca es un bisturí 🗡️: corta la ilusión y deja ver el nervio.

“Estamos más asustados que heridos” señala algo incómodo: la mayoría de nuestro sufrimiento no proviene del golpe real, sino de la anticipación del golpe. No del dolor, sino del miedo al dolor. El miedo multiplica lo posible hasta volverlo insoportable. Antes de que algo ocurra, ya lo vivimos diez veces… y casi siempre en su versión más cruel.

“Sufrimos más de la imaginación que de la realidad” es una acusación directa contra la mente desbocada. La imaginación, que podría ser creadora y liberadora, se convierte en verdugo cuando se alía con la ansiedad. Construye futuros que no existen, catástrofes que no han sucedido, humillaciones que quizá nunca llegarán. La realidad, en cambio, suele ser más sobria, más limitada, incluso más manejable de lo que temíamos.

Séneca —estoico hasta la médula— no niega que exista el dolor. Lo que denuncia es que nos adelantamos a él, lo acumulamos, lo exageramos y lo convertimos en una carga permanente. Vivimos heridos por cosas que aún no nos han tocado. Nos defendemos de guerras imaginarias y llegamos agotados a batallas que quizá no ocurran.

Hay también una dimensión política y social aquí: el miedo es una herramienta de gobierno. Sociedades asustadas aceptan injusticias, renuncian a derechos, toleran desigualdades. Cuando el miedo domina la imaginación colectiva, la realidad deja de ser evaluada con claridad. Se vive reaccionando, no pensando.

La invitación de Séneca es radicalmente simple y profundamente difícil: volver al presente, distinguir lo que es de lo que solo podría ser. No negar los problemas, sino despojarlos del exceso imaginario que los vuelve monstruosos.

En pocas palabras:
no es que no duela la vida,
es que la mente suele doler antes, más tiempo y con mayor crueldad que la vida misma.

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