martes, 22 de mayo de 2018

Masaki Imai


Blackfish




The God Who Wasn't There


Sobredosis de azúcar


Carlos Monsiváis

-A los 10 años empezó con los animales. Le regalaron un gatito.

-A su mamá no le gustaba. No dejaba que entrara a la casa.

-Cuando Carlos regresó de un viaje que hizo a otra ciudad, se molestó mucho cuando se enteró de que su mamá había regalado el gatito.

-Despues que murió su madre, conmigo abusó. Metió una enorme cantidad de gatos a la casa. Él tenía 13 gatos. Solo uno se le murió.

-En los setenta, Octavio Paz le
regaló otro. Habían discutido y esa fue una señal de reconciliación.

Richard Feynman


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Al final de su vida un alto cargo de la NASA lo nombró como uno de los miembros encargados de investigar el accidente del Transbordador espacial Challenger. Mientras los demás miembros mantenían reuniones para el estudio del problema, Feynman se mantuvo ajeno desde el principio. Se dedicaba a pasear por los hangares, conversaba con los técnicos e ingenieros de la NASA, preguntando hasta lo más inverosímil. Delante de las cámaras de televisión y de los periodistas, llegado el momento de dar las explicaciones del accidente, pidió un vaso de agua helada. Sumergió un anillo del transbordador y demostró que éste no recuperaba debido al frío sus propiedades iniciales. Esa fue su explicación, ya que la noche del lanzamiento hizo un frío intenso.
Su mente curiosa y su intenso deseo de aprender y descubrir le llevaron a interesarse entre otras muchas cosas por la pintura. En cierta ocasión, le encargaron que pintara un cuadro para una casa de masajes, pero al ir a entregarlo resultó que el dueño de ésta había sido detenido. Feynman volvió a guardar su obra en la camioneta y, con la bendición de su esposa, comenzó a recorrer los burdeles de Pasadena (California) para intentar venderlo.
También aprendió a tocar los bongos. Llegó a pasar unos meses en Brasil, se unió a una escuela de samba y participó en los carnavales de Río.
 https://mundocabaret.com/richard-feynman-las-extravagancias-de-un-premio-nobel/

Nicanor Parra


Ayn Rand

"Es un pecado escribir esto. Es un pecado pensar palabras que otros no piensan y ponerlas en un papel que otros no ven. No hay transgresión más siniestra que actuar o pensar a solas. La ley dice que nadie puede estar solo, pues ésa es la gran transgresión, la raíz de todo mal". Son palabras del principio de Himno (1937), fábula futurista de Ayn Rand. El héroe que así habla, sin nombre, sólo un número, comete otro delito aborrecible: gasta luz, no para trabajar en provecho de todos sino escribiendo únicamente para sí. Rand, novelista y filósofa anticolectivista, estrella intelectual de la radiotelevisión estadounidense en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, aún sirve de guía espiritual al viejo caudillo financiero Alan Greenspan, y está de moda en el siglo XXI, proyectil ultraconservador contra el presidente Obama.
  "El dólar es el colofón de la filosofía", sentenció. Un gran dólar de flores presidía sus funerales. Murió de cáncer de pulmón. La lumbre del cigarrillo era el reflejo de la chispa que arde en la mente creadora, o así lo vio uno de sus héroes, cuando Estados Unidos propagaba cinematográfica e internacionalmente el tabaco. 
 https://elpais.com/diario/2009/12/27/cultura/1261868403_850215.html

Carlos Monsiváis

Su amiga la escritora Elena Poniatowska recuerda muchos momentos con Monsiváis

 “A menudo me telefoneaba en las mañanas para contarme alguna noticia curiosa que había leído, alguna información que había descubierto entre líneas en algún artículo periodístico, fue un hombre que ejerció siempre su opinión lúcida en cualquier ámbito de México” dijo la escritora a Conaculta.

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