«Las colisiones deforman el color, o deforman nuestra manera de percibir el color”¹, dice un niño que ha perdido a sus padres. Recuerdo eso de Una novelita lumpen. “Estábamos solos en el mundo”, dice Bianca, la narradora y protagonista. En los libros de Roberto Bolaño siempre descubro ausencias, en sus historias todo está desapareciendo. “¿En qué consiste la poesía, Jim?, le preguntaban los niños mendigos de México. Jim los escuchaba mirando las nubes y luego se ponía a vomitar.”² Pienso en qué consiste la poesía, de qué hablan todos los poemas de Roberto Bolaño: “Ahora soy poeta y busco lo extraordinario para decirlo con palabras comunes y corrientes. ¿Tú crees que existen palabras comunes y corrientes? Yo creo que sí, decía Jim.”³
Me cuestiono si la poesía no es un camino para quedarse en alguna memoria. Una manera de dejar una muesca en el tiempo. Un gesto final de amor absoluto por la vida. Escribir poesía para salvarse y así quedarse en una grieta. Pienso que el recuerdo de mi encuentro con la ruina, con el miedo y las ganas de huir, existe solamente en un cuento, o un poema, de Bolaño:
Un amor desbocado. Un sueño dentro de otro sueño. Y la pesadilla me decía: crecerás. Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto y olvidarás. Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen. Estoy aquí, dije, con los perros románticos y aquí me voy a quedar.
Un poema que hable de los ausentes, parece decir Bolaño, y entonces, como un niño tembloroso después de la lluvia, lo escribe todo: la miseria, el amor, los perros, habitaciones sin calefacción, cuerpos desvanecidos, muerte y el amor absoluto a la vida. Todo está allí, dentro de una vieja libreta de reportero y un lapicero en un café de Bucareli.
http://langostaliteraria.com/una-libreta-y-un-lapicero-en-un-cafe-de-bucareli/
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