miércoles, 19 de agosto de 2020

Anna Freud

 Anna Freud, la fascinación por el padre

Mirándote me doy cuenta de lo viejo que soy, porque tienes exactamente la misma edad que el psicoanálisis. Los dos me habéis causado preocupaciones, pero en el fondo espero de tu parte más alegrías que de la suya.

Carta de Sigmund Freud a su hija Anna, 1920.

«Sigmund utiliza a Anna como “material de estudio” para sus teorías en La interpretación de los sueños»explica Riera. Anna llegó a la familia por accidente. Era la sexta y última hija de los Freud, la única que Martha Bernays no amamantó. La relación con su madre fue competitiva y distante: «Nunca pudo entender los gustos austeros de Anna en cuanto a cuidados, vestuario, vida social, etc. En cambio, su hija Sophie, su predilecta, cumplió todas estas expectativas, hecho que agravó las diferencias entre hermanas», sostiene la autora. Del libro se desprende que la propia Anna desarrolló el famoso complejo de Edipo que más tarde Freud convertiría en universal: «ese ardor infantil se transformó después en admiración por el trabajo del profesor, se convirtió en su discípula». La pequeña Anna fue apodada por sus familiares como «el diablo negro», pues su hiperactividad chocaba frontalmente con el prototipo de feminidad recto, pasivo y discreto que se propugnaba en la época. Un modelo que también entraba en colisión con los impulsos masturbatorios de Anna que, según su padre, perjudicaban «el normal desarrollo de la sexualidad femenina».

Ni siquiera cuando Anna comenzó a detectar su fascinación por algunas mujeres —especialmente las que su padre psicoanalizaba: Loe KahnKata Levy o Lou Andreas-Salomé—, experimentó la relación paterno filial ningún signo de erosión. Anna compartió cincuenta años de su vida con Dorothy Burlingham, pero jamás aceptó su homosexualidad. Muy al contrario, «Anna llegó a dar conferencias sobre cómo “curar” a pacientes homosexuales y se opuso a que estos ejercieran el psicoanálisis», concluye Riera. Al final de los días de Sigmund, su hija no solo se convirtió en su discípula —siendo pionera del psicoanálisis infantil y disputándole teorías psicoanalíticas a su rival Melanie Klein—, sino que también se adjudicó el papel de enfermera. Era ella la que curaba las heridas del padre provocadas por una espantosa prótesis maxilar que el psicoanalista necesitaba tras su operación de cáncer de mandíbula.

https://www.jotdown.es/2016/12/las-hijas-heridas-los-genios/

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