"Para producir obras de una suerte mórbida e insana, se requiere un arte profundo y una intuición especial de la naturaleza.
Cualquier estafador puede salpicar pintura salvajemente sobre un lienzo y llamarlo "pesadilla", "aquelarre" o "retrato del diablo", pero sólo un gran pintor puede hacer que resulte verosímil o suscite terror.
Esto porque solo un verdadero artista conoce la anatomía de lo terrible y la fisiología del miedo: el tipo exacto de líneas y proporciones que se asocian a instintos y recuerdos heredados de temor, y los contrastes de color y efectos luminosos precisos qué despiertan en uno el sentido latente de lo siniestro.
No creo que tenga que explicar por qué un Fuseli nos hace estremecer mientras que la portada de un cuento barato de fantasmas sólo nos hace reír.
Hay algo que esos artistas captan, algo que trasciende a la vida y que logran transmitirnos por instantes. Doré tenía esa habilidad. Sime la tiene y Angarola, de Chicago, también".
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