"Cuando le preguntaba a Lacan sobre el afecto, me remitía a las Tusculanas. La depresión, decía, al igual que los maestros antiguos, es una cobardía moral. El coraje cura la depresión, y no hay píldora para el coraje. Un poco de aguardiente, quizá, si no hay más remedio. Pero el coraje moral no consistía a su entender en hacer carrera de carne de cañón, ni en considerar su mal con paciencia, poner al mal tiempo buena cara, prescindir de lo superfluo, vivir en conformidad con la naturaleza, disfrutar del momento, no tomar los deseos por realidades, cambiar los deseos antes que el orden del mundo, establecer siempre lo universal en su conducta, y otros principios de filosofía antigua y moderna; el coraje, según Lacan, era no faltar al deber de descifrar el inconsciente del que se es sujeto".
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