viernes, 2 de agosto de 2024

 


Recordar lo que uno realmente quiere. La conciencia del tiempo limitado y fugaz, como fuente de energía para oponerse tenazmente a los propios hábitos y expectativas, pero mucho más a los hábitos y las amenazas de los otros. Como algo que abre el futuro, no que lo cierra. Así entendido, el memento es un peligro para los poderosos, los opresores que intentan instituirlo de manera tal que nadie escuche los deseos de los oprimidos, ni siquiera ellos mismos. ¿Por qué debo pensar que el fin es el fin, que llega cuando llega? ¿Por qué me dicen eso, que no cambia nada en lo más mínimo? ¿Cuál es la respuesta? No desperdicies tu tiempo, haz de él algo gratificante. ¿Pero qué quiere decir gratificante? Ponerse finalmente a la tarea de concretar deseos largamente acariciados. Combatir el error de que siempre habrá tiempo para hacerlo más adelante. El memento como instrumento de lucha contra la comodidad, el autoengaño y el miedo que siempre se asocia a todo cambio necesario. Hacer el viaje tan soñado, aprender ese idioma, leer aquel libro, comprarse esa joya, pasar una noche en ese hotel famoso. No fallarse a sí mismo. Hay cosas todavía más grandes que integran este grupo: abandonar la profesión que no amamos, alejarnos de un grupo social que odiamos. Realizar aquello que contribuya a hacernos más auténticos, a estar más cerca de nosotros mismos. Pasarse todo el día en la playa o sentado en un café; eso también puede ser la respuesta al memento, la respuesta de quien hasta ahora sólo ha vivido trabajando. Recuerda que algún día vas a morir, quizás mañana mismo. Pienso en eso todo el tiempo, por eso me escapo de la oficina y disfruto del sol. Esa admonición aparentemente sombría no nos encierra en el jardín nevado del claustro. Nos abre el camino hacia el exterior y despierta en nosotros el presente. Pensando en la muerte, corregir las relaciones que tenemos con los otros. Poner fin a una enemistad, disculparse por una injusticia cometida, expresar un reconocimiento que, por pura mezquindad, no estábamos dispuestos a dar. No tomarse tan en serio algunas cosas que nos habíamos tomado demasiado en serio: las burlas de los otros, sus aires de importancia, especialmente la opinión arbitraria que tienen de nosotros. El memento como la exhortación a sentir de otra manera. El peligro: las relaciones ya no son auténticas y vitales porque les falta esa seriedad pasajera que presupone una cercanía excesiva. Además: lo que define mucho de lo que experimentamos no está tan asociado al pensamiento de la finitud como al sentimiento de que todavía tenemos mucho futuro por delante. Habría que cortar de raíz esa vivencia si invadiera la conciencia de la inminencia de la muerte.

Pascal Mercier

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