Pues la luna, al brillar, me invita a soñar
en la hermosa Annabel Lee;
y al salir los luceros veo los ojos certeros
de la hermosa Annabel Lee;
y así paso, tendido a su lado, las noches,
velando a mi amada, mi amor, mi consorte,
en su sepulcro junto al mar turquí,
el mar que ruge por ella y por mí.
Poe
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