Es fácil que los lectores modernos malinterpreten lo que los estoicos tenían en mente cuando hablaban de una buena vida . De hecho, muchos lectores equipararán vivir una buena vida con ganarse bien la vida, es decir, disfrutar de un trabajo bien remunerado. Sin embargo, los estoicos creían que uno podía llevar una mala vida a pesar de ganarse bien la vida. Imaginemos, por ejemplo, que un empleado odia su trabajo bien pagado, o que ese empleo crea un conflicto en su interior al obligarle a hacer algo que sabe que está mal.
Por lo tanto, ¿qué debe hacer una persona para disfrutar de lo que los estoicos llamarían una buena vida? ¡Ser virtuosa! Y, sin embargo, una vez más, la palabra virtud puede llamar a engaño. Digámosle a una lectora moderna que los estoicos le piden que viva de forma virtuosa y tal vez ella entornará los ojos; para la lectora, las monjas serían ejemplos primordiales de individuos virtuosos, y lo que define su virtud es su castidad, humildad y bondad. ¿Acaso los estoicos nos están pidiendo que vivamos como monjas?
En realidad, los estoicos no tienen esto en mente al hablar de virtud. Para ellos, la virtud de una persona no depende, por ejemplo, de su historia sexual. Por el contrario, depende de su excelencia como ser humano: hasta qué punto encarna la función para la que los seres humanos fueron concebidos. Así como un martillo virtuoso (o excelente) es aquel que cumple a la perfección la función para la que fue diseñado — clavar clavos — , un individuo virtuoso es aquel que cumple estrictamente la función que corresponde a los seres humanos. Ser virtuoso, entonces, es vivir tal como se ha concebido que vivamos; en palabras de Zenón, consiste en vivir de acuerdo con la naturaleza. Los estoicos añadirían que, si actuamos así, viviremos una buena vida.
¿Y para qué función ha sido diseñada la gente? Los estoicos creían que para responder a esta pregunta solo tenemos que examinarnos a nosotros mismos. Así descubriremos que todos tenemos ciertos instintos, como los animales. Experimentamos hambre; es la forma que tiene la naturaleza para que nos alimentemos. Experimentamos deseo sexual; es la forma mediante la que la naturaleza logra que nos reproduzcamos. Pero nos alejamos de los animales en un aspecto importante: tenemos la capacidad de razonar. A partir de ahí podemos concluir, asegura Zenón, que hemos sido diseñados para ser razonables.
Y si usamos la razón, concluiremos que hemos sido concebidos para hacer ciertas cosas, que tenemos ciertos deberes. De forma significativa, como la naturaleza ha querido que seamos criaturas sociales, tenemos deberes hacia el resto de los seres humanos. Por ejemplo, deberíamos honrar a nuestros padres, ser agradables con nuestros amigos y preocuparnos por los intereses de nuestros compatriotas. Este sentido del deber social llevó al estoico Catón a ser un actor esencial en la política romana, aunque esto le costara la vida.
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