Mientras muchos teóricos son profundamente alérgicos al trabajo experimental y a los aparatos de
laboratorio, en el caso de Pauli este hecho alcanzó proporciones tan absurdas
que se decía que sólo tenía que entrar en un laboratorio para que explotase un
recipiente de vacío o se rompiese un indicador sensible. Los físicos todavía
relatan muchos ejemplos de este «efecto Pauli», y una anécdota especialmente
curiosa es la que nos proporciona el profesor J. Frank. En una ocasión, una
pieza complicada de un aparato se cayó en su laboratorio de Gottingen. Frank
le escribió a Pauli, indicando que, puesto que el teórico estaba viviendo en
Zurich, el efecto Pauli no podría ser el causante en este caso. Pauli, sin embargo,
contestó que de hecho él había viajado a Copenhague ¡y que su tren se detuvo
en la estación de Gottingen en el momento del contratiempo!
Una de las más curiosas historias sobre Pauli trata del número 137. Uno de los
grandes misterios sin resolver de la física moderna es el valor de la constante de
la estructura fina, dado que, mientras que las otras constantes fundamentales de
la naturaleza son todas o inmensamente pequeñas o enormemente grandes, esta
constante de la estructura fina, 1/137, resulta ser un número de tamaño
humano. Este número 137 y su lugar en la escala del universo le dejaba
especialmente perplejo a Pauli, y continúa desafiando a físicos hoy en día. Era
un misterio que Pauli llevó consigo hasta la tumba, porque al ingresar en el
hospital, le dijeron que su habitación sería la 137. Según una versión de este
relato, al saber cuál era el número de su habitación, Pauli dijo: «Nunca saldré de
aquí». Efectivamente, murió poco tiempo después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario