En su faceta de escritor, Espejo fue un fiel comunicador de sus ideales nacionalistas, defensor de la libertad, la justicia y los derechos humanos, y crítico de la sociedad ecuatoriana del siglo XVIII que se encontraba bajo el dominio español.
Su estilo de escritura se caracterizó por ser irónico y satírico, lo cual resultó polémico en una época en la que imperaba la esclavitud, la pobreza y las estrictas normas religiosas. Fue por esto por lo que el pensamiento de Espejo poco a poco se fue radicalizando.
Fue así como se convirtió en uno de los precursores de los ideales independentistas, el promotor de un movimiento igualitario entre razas –indígenas y criollos– y defensor de las leyes de protección para la mujer.
Como consecuencia, estos pensamientos le trajeron serios conflictos con los mandatarios coloniales, quienes consideraban peligrosas sus opiniones.
Por ello, en 1783 lo enviaron a ejercer la medicina en Perú pero permaneció en Riobamba, Ecuador, por órdenes de los curas de esa ciudad, donde era necesaria la defensa de los indígenas antes los abusos de las autoridades.
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