Resulta fácil pensar que la gente es arrogante,
egoísta y que siempre busca su propio provecho. El cinismo que convierte esa
opinión en un lugar común universal se halla muy extendido y está de moda.
Pero esa forma de percibir el mundo no es para nada característica de muchas
personas. De hecho, las hay que tienen el problema contrario: van cargadas con
una cantidad inasumible de asco y desprecio hacia ellas mismas, de vergüenza e
inseguridad. Así pues, en vez de hacer una valoración excesiva y narcisista de su
propia importancia, no se valoran lo más mínimo ni se cuidan con el debido
esmero. Parece que a menudo las personas no se acaban de creer que merecen la
mejor atención. Poseen una consciencia atroz de sus propios defectos e
incapacidades, los de verdad y los exagerados, así que, avergonzadas, dudan de
su propio valor. Creen que los demás no deberían sufrir y actúan de forma
diligente y altruista para ayudar a aliviar su dolor. Muestran esta misma
generosidad hacia los animales que conocen, pero cuando se trata de ellas
mismas ya no es tan fácil.
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