Iba yo dando un paseo y se me vino a la cabeza. Era la más larga que había recibido nunca. Normalmente sólo te decían: «Lo sentimos, pero no tiene la suficiente calidad», o «lo sentimos, pero no se ajusta exactamente a nuestra línea editorial». O, lo que sucedía más a menudo, te enviaban el impreso de rechazo estándar. Sin embargo, ésta era la más larga, la más larga que había visto nunca. Se refería al relato que les envié, «Mis aventuras en medio centenar de pensiones». Pasé por debajo de una farola, saqué la notita del bolsillo y volví a leerla. «Estimado señor Bukowski: Una vez más, nos encontramos ante un conglomerado compuesto por una parte extremadamente buena y por otra atestada de idolatradas prostitutas, de escenas de vómitos sobrevenidos a la mañana siguiente, de misantropía, de elogio del suicidio, etc., que es algo que una revista no puede publicar de ninguna de las maneras. No obstante, se trata de algo muy parecido a esas odiseas que viven determinado tipo de personas, y creo que en ese sentido ha hecho usted un trabajo auténtico. Probablemente publiquemos algo suyo en alguna ocasión, aunque no sé cuándo exactamente. Eso depende de usted. Se despide atentamente, Whit Burnett».
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