Avergüénzate, joven, de torcer tu camino cediendo a tentaciones indignas...
Desprecia al corruptor y compadece al corrompido. Desafía, si es necesario, el encono y maledicencia de ambos, pues nunca podrán afectar lo más seguramente tuyo de ti: tu personalidad.
Algo necesita cada hombre de los demás: respeto. Debe conquistarlo con su conducta. No es respetable el que obra contra el sentir de la propia consciencia; todos respetan al que sabe jugar su destino sobre la carta única de su dignidad.
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