La raíz del problema está en la excesiva importancia que se
da al éxito competitivo como principal fuente de felicidad.
No niego que la sensación de éxito hace más fácil disfrutar de
la vida. Un pintor, pongamos por caso, que ha permanecido
desconocido durante toda su juventud, seguramente será más
feliz si se reconoce su talento. Tampoco niego que el dinero,
hasta cierto punto, es muy capaz de aumentar la felicidad;
pero más allá de ese punto, no creo que lo haga. Lo que sos-
tengo es que el éxito únicamente puede ser un ingrediente de
la felicidad, y saldrá muy caro si para obtenerlo se sacrifican
todos los demás ingredientes.
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