"Estar sentado frente al mar. Pensar que ya no quedan muchos años de vida. Comprender que la felicidad es apenas una cuestión personal, que el mundo, ese, no será feliz nunca. Recordar lo que se hizo y parecer tan poco. Decir: "Si tuviese más tiempo...", y encoger los hombros con ironía porque son palabras insensatas. Mirar la piedra volcánica que está en mitad del jardín, bruta, áspera y negra y pensar que es un buen sitio para no pensar en nada más. Debajo de ella, claro".
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