jueves, 2 de abril de 2020

David Livingstone

Recorrió 48.000 kilómetros de junglas y sabanas en situaciones realmente complicadas, sobrevivió a todo tipo de percances, como el ataque de un león que el mismo relató como si nada. Cartografió amplias regiones desconocidas a mediados del siglo XIX, y descubrió accidentes geográficos como el Lago Nyasa (Malaui) o las Cataratas Victoria (frontera con Zimbabue) que bautizó en honor de la reina de Inglaterra.
Después de tantos peligros y aventuras y enfermedades tropicales, murió de una simple disentería el 1 de mayo de 1873. Sus fieles servidores indígenas le encontraron muerto, de rodillas, aparentemente rezando, en una cabaña de la aldea zambia de Chitambo. Reino Unido reclamó su cuerpo para rendirle honores y enterrarle como a sus héroes, en la Abadía de Westminster, pero los de Chitambo no estaban dispuestos a obedecer (al menos del todo) y le extrajeron el corazón, que enterraron bajo un árbol en la tierra que tanto había amado. Mandaron una nota con el cadáver embalsamado: “Pueden quedarse con su cuerpo, pero su corazón pertenece a África”.


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