Recuerdo otro jesuita que nos dijo una vez en una reunión íntima de nuestra provincia jesuita en Bombay: "Yo tengo ochenta años; he sido jesuita durante setenta y cinco años. Nunca he dejado de hacer mi hora de meditación - nunca". Bueno, eso podría ser muy admirable, o también podría ser una compulsión. No hay gran mérito si es algo mecánico. La belleza de una acción viene, no de que se haya convertido en un hábito sino de su sensibilidad, su consciencia, su claridad de percepción, y su claridad de respuesta. Puedo decirle sí a un mendigo y no a otro. No estoy obligado por ningún condicionamiento o programación de mis experiencias pasadas o de mi cultura. Nadie me ha sellado con algo, o si lo han hecho, ya no reacciono basándome en ello. si usted hubiera tenido una mala experiencia con un estadounidense o si lo hubiera mordido un perro, o si hubiera tenido una mala experiencia con cierto tipo de alimento, sentiría la influencia de esa experiencia durante el resto de su vida. ¡Y eso está mal! usted necesita liberarse de eso. No conserve las expectativas del pasado. En realidad, tampoco conserve las buenas experiencias del pasado. Aprenda lo que significa experimentar algo plenamente, después descártelo y pase al momento siguiente, sin influencias del anterior. Tendría tan poco equipaje que podría pasar por el ojo de una aguja. Sabría lo que es la vida eterna porque la vida eterna es ahora, es el ahora sin tiempo. Solamente así entrará en la vida eterna. Pero cuantas cosas llevamos con nosotros. Nunca emprenderemos la tarea de liberarnos, de dejar el equipaje, de ser nosotros mismos.
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