Hay ciertas cosas que son indispensables para
la felicidad de la mayoría de las personas, pero se trata de
cosas simples: comida y cobijo, salud, amor, un trabajo satis-
factorio y el respeto de los allegados. Para algunas personas
también es imprescindible tener hijos. Cuando faltan estas
cosas, solo las personas excepcionales pueden alcanzar la
felicidad; pero si se tienen o se pueden obtener mediante un
esfuerzo bien dirigido, el que sigue siendo desgraciado es
porque padece algún desajuste psicológico que, si es muy
grave, puede requerir los servicios de un psiquiatra, pero que
en los casos normales puede curárselo el propio paciente, con
tal de que aborde la cuestión de la manera correcta. Cuando
las circunstancias exteriores no son decididamente adversas,
la felicidad debería estar al alcance de cualquiera, siempre
que las pasiones e intereses se dirijan hacia fuera, y no hacia
dentro. Por tanto, deberíamos proponernos, tanto en la educa-
ción como en nuestros intentos de adaptarnos al mundo, evi-
tar las pasiones egocéntricas y adquirir afectos e intereses que
impidan que nuestros pensamientos giren perpetuamente en
torno a nosotros mismos. Casi nadie es capaz de ser feliz en
una cárcel, y las pasiones que nos encierran en nosotros mis-
mos constituyen uno de los peores tipos de cárcel. Las más
comunes de estas pasiones son el miedo, la envidia, el senti-
miento de pecado, la autocompasión y la autoadmiración. En
todas ellas, nuestros deseos se centran en nosotros mismos:
no existe auténtico interés por el mundo exterior, solo la
preocupación de que pueda hacernos daño o deje de alimentar
nuestro ego. El miedo es la principal razón de que la gente se
resista a admitir los hechos y esté tan dispuesta a envolverse
en un cálido abrigo de mitos. Pero las espinas desgarran el
abrigo y por los desgarrones penetran ráfagas de viento frío, y
el que se había acostumbrado a estar abrigado sufre mucho
más que el que se ha endurecido habituándose al frío. Ade-
más, los que se engañan a sí mismos suelen saber en el fondo
que se están engañando, y viven en un estado de aprensión,
temiendo que algún acontecimiento funesto les obligue a
aceptar realidades desagradables.
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