El 27 de agosto de 1950 se suicida tomando diez dosis de somnífero en un hotel de Turín. El 16 escribió: «Un clavo saca a otro clavo, pero cuatro clavos hacen una cruz» y «mi obra pública está acabada en lo que me es posible. He trabajado, he dado poesía a los hombres, he compartido la pena de muchos». El 17 escribió: «No deseo nada más en esta tierra. Este es el balance del año no acabado, que no acabaré». El 18 acaba: «No escribiré más». Y en el cajón de esa habitación encontrarán un poema: «Vendrá la muerte y tendrá tus ojos». Los de ella.
No tenía nada más que decir, ni a ella –porque no respondía– ni a nadie más. Excepto a nosotros.
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