domingo, 7 de febrero de 2021

 Hace muchos años un vecino llamó a mi puerta y me instó a que me vacunara y vacunara a toda mi familia contra la viruela. Era uno de los miles de voluntarios que estaban llamando a todas las puertas de la Ciudad de Nueva York. Asustadas, las gentes esperaban horas enteras para ser vacunadas. Los puestos de vacunación se abrían, no sólo en los hospitales, sino también en estaciones de bomberos, puestos de policía y grandes fábricas. Más de dos mil médicos y enfermeras trabajaron febrilmente noche y día, vacunando a las multitudes. ¿Cuál era la causa de toda esta excitación? Ocho personas de la Ciudad de Nueva York tenían viruela y otras dos habían fallecido. Eran dos muertes en una población de casi ocho millones. Ahora bien, yo había vivido en Nueva York durante más de treinta y siete años y, sin embargo, nadie había llamado a mi puerta para prevenirme contra la enfermedad emocional de la preocupación, una enfermedad que, durante los últimos treinta y siete años, ha causado diez mil veces más daño que la viruela. Ningún visitante me ha advertido que una persona de cada diez entre las que viven ahora en los Estados Unidos padecerá un desfallecimiento nervioso, causado en la mayoría de los casos por la preocupación y las emociones. Por esta razón escribo este artículo para llamar a las puertas de ustedes y prevenirles. El gran ganador del premio Nobel de Medicina, Alexis Carrel, dijo: "Aquellos que no saben cómo combatir la preocupación mueren jóvenes".

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