Pero el carácter singular del nuevo sistema, del que Savonarola era líder aun sin ostentar formalmente ningún cargo, se encontraba en la instauración de un clima de renovación espiritual y purificación moral. Implicaba una reforma total de las costumbres, condenando todo lo que pudiera considerarse mundano, indecente o pagano. Florencia, que hasta poco tiempo antes rebosaba alegría de vivir y se divertía en fiestas y bailes, se convirtió en una ciudad de penitentes, en la que las únicas manifestaciones públicas eran las procesiones y las prácticas religiosas.
La exaltación mística que invadía la ciudad degeneró en la persecución radical de todo cuanto pudiera ser pecaminoso. Ello culminó con la quema pública de lujosos vestidos, joyas, cosméticos, objetos de adorno, libros de poesía y pinturas de temas mitológicos o que contuvieran desnudos, en una verdadera hoguera de las vanidades.
https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-moderna/20170307/47310279613/la-hoguera-de-las-vanidades.html
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