martes, 16 de febrero de 2021

Malcolm X



En estos Estados Unidos de América, la potencia que iba a convertir el conjunto del planeta en su patio trasero, los negros, los descendientes de aquellos africanos sacados a golpe de fusil y espada del verdirrojo continente, no podían siquiera ejercer el que dicen primario derecho democrático, es decir el voto. los negros -tachados como «hombres de color» por algún ignorante que desconocía lo coloración morado de su piel tras su propio muerte- tenían prohibido no sólo acercarse o los urnas, sino el sentarse a la mesa de cualquier taberna, subir un autobús municipal o asistir a la escuela estatal. 
únicamente con una generación de por medio, los pupitres
yanquis guardaban sin sonrojo un libro de texto en el que se
encontraban cosas como ésta: <da paciencia, docilidad y simplicidad infantil son características del negro, que es un imitador nato, falta de moral, propenso al engaña y al libertinaje,
fácilmente intimidable. Las negras son una raza servil, estúpida, embrutecida, obediente al látigo, de imaginación infantil...»
Quince millones de personas, por la condición de su piel,
eran relegadas a categorías innominables, al amparo de la
Ley y su Corte Suprema. La segregación surafricana liderada
por Botha y De Klerk no es sino el espejo de hace tres décadas
en los cincuenta estados de la Unión. Las legislaciones respectivas eran calcas. La marca podría quedar matizada por
ese rol mesiánico que durante este siglo se han autofijado los
Estados Unidos como cuna de libertades, democracias y fantochadas por el estilo. 

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