Carver es la voz de las tragedias mundanas. De las pequeñas desgracias privadas e invisibles que ocurren en cualquier casa, al otro lado de una puerta cerrada. Escribía sobre la gente común. Sobre su cotidianidad. Sobre sus dramas silenciosos perdidos en un océano de dramas silenciosos. En sus relatos no se plantean interrogantes. No hay juicio ni condena. Tan solo una perspectiva cenital. Ajena a la escena. Vacía. Parca en palabras. Una perspectiva desde la que poder percibir el mundo en toda su deformidad. Y para ello le bastaba con fotografiar. No precisaba de filtros. Por eso sus historias no comienzan por el principio ni terminan por el final. Se mueven en ninguna parte. Sencillamente vienen y se van, inmortalizando un momento concreto en una vida corriente, que en realidad podría ser cualquier otro momento en cualquier otra vida. Todos sus personajes, en cierta forma, son el mismo personaje. Y eso, para los que alguna vez hemos sido inconscientemente fotografiados, tiene algo de aterrador.
Los años, el contexto, las tendencias o la equidad —honestamente, lo ignoro— quisieron que muchos de los grandes escritores de la segunda mitad del siglo XX repudiasen en mayor o menor medida a Ernest Hemingway. Vladimir Nabokov lo despreciaba pública y manifiestamente. Ricardo Piglia ha calificado los textos de sus últimos años —especialmente El viejo y el mar— como «mala literatura»: «No conozco un ejemplo más patético (salvo, quizás, el de Salinger) de autodestrucción de una escritura que el de Ernest Hemingway». Jorge Luis Borges, que era brillante hasta para ser un cabrón desalmado, dijo de él tras su muerte: «Hemingway se dio cuenta de que era un mal escritor y se disparó un tiro en la cabeza. Ese hecho de alguna manera lo redime». De Raymond Carver, por ahora, uno no acostumbra a leer más que elogios. Sin embargo algo me dice que, con el tiempo, cuando el viento vuelva a cambiar y escribir ya no tenga que ser fácil —una vez más—, serán muchos los que carguen las tintas contra su estilo.
Solo espero que en ese momento recuerden que alguna vez Roberto Bolaño dijo que Carver era el mejor escritor de relatos del siglo junto con Chéjov. Vaya usted a saber a qué siglo se refería, eso sí. Pero llevarle la contraria a Bolaño en cuestiones literarias, en cualquier caso, es posicionarse voluntariamente en contra de la razón.
https://www.jotdown.es/2018/10/raymond-carver-el-mejor-escritor-de-relatos-del-siglo-junto-con-chejov/
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