domingo, 26 de julio de 2020
Walter Riso
En un pueblo de la India, cerca de un río vivía un asceta que se vanagloriaba porque era capaz de caminar sobre las aguas. De tanto en tanto, para dar espectáculo, cruzaba el río caminando, dejando a todos los que lo miraban boquiabiertos. Un día llegó un monje reconocido por su gran saber y carácter espiritual. Al saber esto, el asceta corrió a encontrarlo y le dijo: « Maestro, durante años me he ejercitado espiritualmente buscando la iluminación. Me he sometido a ayunos, penitencias y mortificaciones y por fin he logrado caminar sobre las aguas». El monje se quedó pensado un rato y afirmó: « ¡Qué desperdicio de tiempo! ¿Acaso no sabías que había barcas?». ¡Cuánto tiempo hemos perdido buscando ser competentes en cosas inútiles y sin sentido, solo por sobrepasar el promedio! Los apegos siempre están al servicio de lo inútil, lo absurdo o lo peligroso, así que no pierdas el tiempo. El desarrollo personal debe ser sostenible, es decir, no agotar todos los recursos disponibles. La distancia entre lo que se tiene (económico, afectivo, psicológico, espiritual) y lo que se desea define el grado de insatisfacción o malestar: si deseas mucho más de lo que tienes, vivirás infeliz. Crecer sostenidamente es avanzar de acuerdo a nuestras posibilidades reales y concretas, sin presionar irracionalmente el organismo o crear falsas expectativas. Una paciente muy religiosa me decía: «Yo debería ser más buena, esforzarme y entregarme más, pero no soy capaz». Le respondí: «Bien, encontraste tu límite. Muévete dentro de esas cotas y siembra allí donde puedas. Me has dicho que vas a un grupo de oración, que cumples los mandamientos de tu religión y ayudas a los demás cada vez que puedes, ¿por qué te parece poco? Sé de otras virtudes tuyas y sin embargo estás insatisfecha contigo misma porque quieres más. Te aseguro que no te crecerán alas. Quédate con lo que eres, mejora poco a poco y en paz. Dios no te quiere perfecta». Con el tiempo logró bajar su «ansiedad por ser buena» y comprendió que «ser mejor» no es lacerarse y sobre exigirse. La autoflagelación por amor a Dios solo queda en los resquicios de algunas mentes fanáticas apegadas al pasado.Quizás pienses: «Si hay pasión, no hay límites» o «Si hay pasión, todo lo puedes». Siento mucho decepcionarte: si la pasión que sientes está fuera de control (pasión obsesiva), no estarás a cargo de tu conducta y eso te convertirá en una bomba de tiempo. Los excesos conductuales, cognitivos o emocionales, generan estrés y malestar así estén patrocinados por las mejores intenciones (recordemos el apego a la espiritualidad que analizamos antes). Veamos dos casos de apegos considerados « buenos»: • La conducta altruista (prosocial) es vista como una virtud respetada y promocionada por todas las culturas, pero nadie nos alerta sobre los riesgos de sobrepasarnos de revoluciones e ir más allá de nuestras fuerzas. Nadie niega la importancia de la empatía y la solidaridad, el asunto es que dadas ciertas circunstancias, socorrer de manera sostenidaa una o varias personas puede generar estrés, depresión y/o fatiga crónica. Ayudar sin medir consecuencias, sin tener en cuenta realmente lo que uno es capaz de aguantar, genera un trastorno conocido como burnout™2.Determinada gente se «quema», se «agota», se «bloquea» o se «funde», pierde gradualmente la energía del idealismo inicial y empieza a tensionarse o deprimirse. De ahí que ciertas áreas profesionales sean más susceptibles al burnout, como por ejemplo: medicina, enfermería, psicología y asistencia social, entre otras. No digo que no se deba auxiliar a los demás, lo que sostengo es que la «obsesión por socorrer a otros a cualquier costo» (apego), sin hacer un balance objetivo sobre las verdaderas capacidades físicas y psicológicas, podría hacer que nos pasemos de la raya. La conclusión es taxativa: el apego genera malestar, no importa cuán noble sea su objetivo. • Nadie duda de que una posición optimista es mejor que una pesimista, no obstante, siempre es posible hallar excepciones a la regla: si el optimismo es rígido y desproporcionado deja de ser funcional. Es preferible una actitud realista y adecuada a las circunstancias que un optimismo fuera de órbita y sin fundamento. Una de mis hijas, al nacer tuvo problemas de bilirrubina: un pigmento biliar que surge entre otras causas por la incompatibilidad de grupo sanguíneo. Esto requiere un tratamiento rápido de fototerapia y/o transfusión de sangre porque la bilirrubina puede asentarse en ciertas regiones del cerebro y crear retardo motor, entre otros problemas. No es un tema menor. Debido a que el examen de sangre había mostrado un puntaje extremadamente alto y la niña estaba amarilla, el pediatra decidió empezar rápidamente el tratamiento. Cuando le mostré los resultados del laboratorio a una amiga «ultra optimista», al ver mi preocupación trató de tranquilizarme: «No te preocupes», me dijo, «deben haberse equivocado en el resultado». De haberme dejado llevar por su opinión, mi hija no se hubiera salvado.
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