El reciente asesinato de Nipsey Hussle, un músico muy querido entre la comunidad afroamericana de Los Ángeles, ha llevado de nuevo la sangre y la tragedia al rap estadounidense, un género marcado triste e históricamente por la miseria, la violencia y la vida callejera.
Quienes no conocieran a Nipsey Hussle antes de su muerte a tiros a los 33 años el pasado 31 de marzo quizá se sorprendieron al ver que el alcalde de la ciudad californiana, Eric Garcetti, fue uno de los primeros en lamentar públicamente su asesinato.
"Nuestros corazones están con los seres queridos de Nipsey Hussle y todos los afectados por esta horrible tragedia", dijo Garcetti, quien aseguró además que Los Ángeles sufre "cada vez que una vida joven se pierde por la violencia sinsentido de las armas de fuego".
Orgulloso de sus orígenes modestos y callejeros en South Los Angeles, una zona conocida por la pobreza y la criminalidad, Ermias Asghedom, el nombre real del artista, no solo fue uno de los raperos más prominentes de la costa oeste en los últimos años sino que también destacó por su labor filantrópica para sacar adelante a su comunidad.
"Nipsey se podría haber comprado una casa en Calabasas (una lujosa ciudad del sur de California) e invertido su dinero en fondos de alto riesgo sin rostro, pero en lugar de eso se enfocó con firmeza en reconstruir (el barrio de) Crenshaw", escribió el periodista Jeff Weiss en su obituario de la revista Complex.
Ayudas a estudiantes, mejoras en las pistas deportivas, trabajos para sus vecinos o inversiones en su barrio componen el legado social del fallecido, que en lo musical destacó por su debut "Victory Lap" (2018), nominado al mejor disco de rap en los Grammy.
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