No te di, Adamo, ni un puesto determinado ni un
aspecto propio ni función alguna que te fuera pecu-
liar, con el fin de que aquel puesto, aquel aspecto,
aquella función por los que te decidieras, los obten-
gas y conserves según tu deseo y designio. La natura-
leza limitada de los otros se halla determinada por las
leyes que yo he dictado. La tuya, tú mismo la determi-
narás sin estar limitado por barrera ninguna, por tu
propia voluntad, en cuyas manos te he confiado. Te
puse en el centro del mundo con el fin de que pudie-
ras observar desde allí todo lo que existe en el mun-
do. No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni in-
mortal, con el fin de que —casi libre y soberano ar-
tífice de tí mismo— te plasmaras y te esculpieras en
la forma que te hubieras elegido. Podrás degenerar
hacia las cosas inferiores que son los brutos; podrás
—de acuerdo con la decisión de tu voluntad— rege-
nerarte hacia las cosas superiores que son divinas.
Pico DELLA MIRÁNDOLA, Oratio de hominis dignitate.
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