El geógrafo, naturalista y explorador prusiano, Alexander von Humboldt tenía un curioso interés por conocer a alguna persona que estuviera loca. Un día un psiquiatra amigo suyo de París, especializado en trastornos mentales, le prometió organizar una reunión con uno de sus pacientes en la próxima ocasión en la que el naturalista visitase la capital francesa.
Llegó el día señalado y Humboldt se encontró en un restaurante con su amigo que iba acompañado por dos hombres: uno prudente, educado y parco en palabras que apenas abrió la boca para decir nada y otro excesivamente extrovertido, excéntrico en la forma de hablar y vestir y con un toque de dejadez, que charlaba incesantemente.
Al final de la comida Humboldt se acercó a su amigo médico y le comentó emocionado:
«Me encanta tu loco. Me divierte muchísimo» señalando al segundo hombre.
«Pero es el otro el que está loco» respondió el médico, «El hombre al que te refieres es el señor Honoré de Balzac»
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