pareja: compartir la persona amada con otra. La canción de Pablo Milanés,
“El breve espacio en que no estás”, muestra esta faceta del apego en plena
efervescencia: “La prefiero compartida, antes que vaciar mi vida”. Desastroso y
lamentable. La mayoría de los adictos afectivos cuya pareja es infiel, terminan
por aceptar resignadamente el hecho. Conozco a un hombre con un desorden
de la personalidad por dependencia, que lleva tres años esperando a que su
mujer deje al amante. Ella lo tiene al tanto de todo y él agradece la honestidad.
Recientemente se fueron los tres a una finca a pasar el fin de semana. Cuando
el señor me preguntó qué hacer, me vi tentado de ofrecerle la típica solución
siciliana (morderse la falange del dedo índice, levantarla del trasero y sacarla
por la ventana), pero opté por un consejo más profesional: “Usted no se está
respetando a usted mismo… Si a su mujer le interesa realmente su bienestar,
no lo sometería a esta tortura… Ella ya hubiese tomada una decisión… Sin
darse cuenta, usted se ha vuelto cómplice porque está renunciando a sus
principios y a su honra… ¿Tiene sentido todo este dolor y esta angustia?...
Mientras no pierda el miedo a la soledad, siempre será una prolongación de su
mujer… Déjela, aléjese… Venza su adicción y será un hombre libre…”
Después de unos meses logró escabullirse del calvario, pero con la
dependencia a cuestas. Una ex novia, recién separada, más pudorosa y
querida, hizo su aparición y lo rescató. Un clavo sacó a otro.
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