José Arcadio Buendía conversó con Prudencio Aguilar hasta el amanecer. Pocas horas después, estragado por la vigilia, entró al taller de Aureliano y le preguntó: ‘¿Qué día es hoy?’ Aureliano le contestó que era martes. ‘Eso mismo pensaba yo’, dijo José Arcadio Buendía. ‘Pero de pronto me he dado cuenta de que sigue siendo lunes, como ayer. Mira el cielo, mira las paredes, mira las begonias. También hoy es lunes.’ Acostumbrado a sus manías, Aureliano no le hizo caso. Al día siguiente, miércoles, José Arcadio Buendía volvió al taller. ‘Esto es un desastre –dijo–. Mira el aire, oye el zumbido del sol, igual que ayer y antier. También hoy es lunes.’ Esa noche, Pietro Crespi lo encontró en el corredor, llorando con el llantito sin gracia de los viejos, llorando por Prudencio Aguilar, por Melquíades. Por los padres de Rebeca, por su papá y mamá, por todos los que podía recordar y que entonces estaban solos en la muerte...
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