Para Dostoievski el mundo del hombre nuevo es el infierno, un escenario inhumano peor que cualquier sometimiento feudal. Así lo resumía en Apuntes del subsuelo , una breve y sombría novela publicada en 1864. Los racionalistas se creen capaces de formular nuevas relaciones económicas, calculadas con exactitud matemática, que harán que todos los problemas se esfumen, de modo que la humanidad alcance una auténtica Edad de Oro. Es una expectativa infantil y peligrosa:
Derramen sobre [el ser humano] todos los bienes terrenos; sumérjanlo en la felicidad tan profundamente que solo las burbujas se vean en la superficie, cual si fuera la superficie del agua; facilítenle una prosperidad económica tan grande que no tenga absolutamente nada que hacer sino dormir, comer bizcochos y preocuparse solo de continuar la historia universal… pues bien, incluso entonces intentaría por pura perversidad hacer algo abominable. Llegaría hasta el extremo de arriesgar sus bizcochos y buscaría de propósito la más repugnante basura, el absurdo más antieconómico con el único fin de inyectar su propia perniciosa fantasía en esa positiva sensatez.
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