Tu primera tarea es examinar las emociones que contagian sin cesar tus decisiones e ideas. Aprende a preguntarte: ¿a qué se debe esta cólera o rencor? ¿De dónde procede esa constante necesidad de atención? Bajo ese escrutinio, tus emociones dejarán de dominarte. Pensarás por ti mismo en lugar de reaccionar a lo que los demás te dan. Las emociones tienden a limitar la mente, a hacer que nos centremos en una o dos ideas que satisfacen nuestro deseo inmediato de poder o atención, ideas que suelen resultar contraproducentes. Ahora, con un espíritu sosegado, tomarás en cuenta una amplia variedad de opciones y soluciones. Deliberarás más antes de actuar y reevaluarás tus estrategias. Esa voz se volverá cada vez más clara. Cuando la gente te asedie con sus interminables dramas y sus emociones insignificantes, te molestará la distracción y aplicarás tu racionalidad para superarla. Como un atleta que se fortalece mediante el entrenamiento, tu mente se volverá más flexible y resistente. Lúcido y tranquilo, verás respuestas y soluciones creativas que nadie más podrá imaginar
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