Por primera vez en su vida había alcanzado una cima de sentimientos desde la cual podía otear para ver vagas relaciones con las que nunca había soñado. Si esa blanca y tonante montaña de odio no era una montaña, sino gente, gente como él y comojan, entonces enfrentaba una gran esperanza que él jamás había concebido, y una desesperación cuyas honduras no se atrevía a concebir.
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