sábado, 25 de diciembre de 2021

 En todos sus usos prácticos, la ciencia contribuye a afianzar el antropocentrismo. Nos anima a creer que nosotros podemos desentrañar los secretos del mundo natural como ningún otro animal y, por consiguiente, plegarlo a nuestra voluntad. Pero, en realidad, la ciencia sugiere una perspectiva de las cosas sumamente incómoda para la mente humana. El mundo, tal y como lo vieron físicos como Erwin Schródinger o Werner Heisenberg, no constituye un cosmos ordenado. Es un semicaos que los seres humanos sólo podemos esperar comprender en parte. La ciencia no puede satisfacer la necesidad humana de hallar orden en el mundo. Las ciencias físicas más avanzadas sugieren que la causalidad y la lógica clásica pueden no ser intrínsecas a la naturaleza de las cosas. Puede que hasta los detalles más básicos de nuestra experiencia ordinaria sean ilusorios. El paso del tiempo es una parte integral de la vida diaria. Sin embargo, según señala Barbour, la ciencia sugiere la posibilidad de que el tiempo no forme parte del orden cósmico. La lógica dásita nos dice que un mismo hecho no puede ocurrir y no ocurrir. Pero según las interpretaciones de los «mundos múltiples» de la física moderna, eso es precisamente lo que sucede. En el sentido común se encuentra muy arraigada la creencia de que el mundo físico no se ve alterado por el hecho de que lo observemos. Pero la modificación del mundo por parte de sus observadores es uno de los elementos nucleares de la física cuántica. Al igual que la tecnología, la ciencia ha evolucionado para satisfacer necesidades humanas y, como la tecnología, revela un mundo que los humanos no pueden controlar y no podrán llegar nunca a comprender por completo. Se ha esgrimido la ciencia — y la capacidad para comprender el mundo que ésta aporta a las personas— como base sobre la que fundamentar la pretendida diferencia entre los seres humanos y el resto de animales. De hecho, es posible que el valor supremo de la ciencia consista, en realidad, en mostrar que el mundo que los humanos estamos programados para percibir no es más que una quimera.

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