sábado, 25 de diciembre de 2021

 Ronald Reagan, ex actor y antiguo gobernador de California, llegó a la presidencia de Estados Unidos en 1981 y superó a Margaret Thatcher. La administración Reagan rebajó agresivamente los tramos más altos del impuesto de la renta so pretexto de que esos recortes animarían a los ricos a invertir más y crear riqueza al permitirles quedarse con un mayor porcentaje del fruto de sus inversiones. Se argüía que, una vez creada esa mayor riqueza, los ricos gastarían más y de ese modo crearían más empleo y generarían más ingresos para el resto de la población; es algo que recibe el nombre de teoría de la filtración descendente. Al mismo tiempo, se recortaron los subsidios otorgados a los pobres (especialmente para vivienda) y se congeló el salario mínimo para incentivarlos a trabajar más duro. Si lo pensamos un poco, tiene una lógica que no deja de ser curiosa: ¿por qué hay que enriquecer todavía más a los ricos para que trabajen más arduamente y empobrecer aún más a los pobres con el mismo propósito? Curiosa o no, esta lógica —conocida como economía de la oferta— se transformó en el postulado fundacional de las políticas económicas de las siguientes tres décadas en Estados Unidos y más allá de sus fronteras.

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