El principio de «control» de Sandman también explicaría por qué la gente suele tener más miedo a volar en avión que a conducir un coche. Su pensamiento funciona así: «Puesto que yo controlo el coche, mi seguridad depende de mí mismo; puesto que yo no controlo el avión, me encuentro a merced de miles de factores externos».
Entonces, ¿qué debería producirnos mayor miedo: viajar en avión o en coche? Si piensa salir de viaje y puede elegir entre el avión o el coche, tal vez le interese considerar el índice de muertes por hora de ambas opciones. Es cierto que en Estados Unidos cada año muere mucha más gente en accidente de carretera (aproximadamente 40.000 personas) que en accidente aéreo (menos de mil). Pero también es cierto que la mayoría de la gente pasa mucho más tiempo en el coche que en un avión. (Cada año muere más gente incluso en accidente de barco que en accidente aéreo; como comprobamos en el caso de las piscinas frente a las armas, el agua es mucho más peligrosa de lo que la mayoría de la gente imagina). No obstante, el índice de muertes producidas por hora al volante frente al que se produce en avión es prácticamente el mismo. Los dos aparatos presentan las mismas probabilidades (o, en realidad, la misma improbabilidad) de conducir a la muerte.
Pero el miedo crece con mayor fuerza en tiempo presente. Por eso los expertos cuentan con él; en un mundo que se muestra cada vez más impaciente con los procesos a largo plazo, el miedo constituye un poderoso juego a corto plazo. Imagine que es un funcionario del gobierno encargado de reunir fondos para la lucha contra una de dos causas de muerte probadas: los ataques terroristas o las enfermedades cardíacas. ¿Por cuál de las dos causas cree que se abrirán las arcas del estado? La probabilidad de que una persona muera por un ataque terrorista es infinitamente inferior a la probabilidad de que esa misma persona obstruya sus arterias con una alimentación rica en grasas y muera a consecuencia de una enfermedad cardíaca. Sin embargo, un ataque terrorista se produce ahora; la muerte por una cardiopatía es una catástrofe lejana, silenciosa. Los actos terroristas se hallan fuera de nuestro control; las patatas fritas, no. Tan importante como el factor control es lo que Peter Sandman denomina el factor terror. La muerte por un ataque terrorista (o la enfermedad de las vacas locas) se considera espantosa; la muerte por una enfermedad del corazón, por alguna razón, no.
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