jueves, 14 de octubre de 2021

 Los hábitos te obligan a hacer ciertas cosas; eres una víctima. Los hindúes llaman a esto la teoría del karma. Cada acción que repites, o cada pensamiento -porque el pensamiento es también un sutil acto de la mente-, adquiere más y más poder cada vez. Y entonces estás en sus garras. Eres prisionero del hábito. Entonces vives como un preso, como un esclavo. Y la prisión es muy sutil; la prisión está constituida con tus hábitos y condicionamientos y con los actos que has realizado. Rodea todo tu cuerpo y estás atrapado en ella, pero tú sigues pensando que eres tú quien actúa, y engañándote a ti mismo. Cuando te enfureces, crees que lo estás haciendo tú. Lo racionalizas y dices que la situación lo exigía: “Tuve que enfadarme, de lo contrario el niño se habría escapado”. Si no me enfadara, las cosas irían mal, y la oficina sería un caos. Los criados no hacen caso; tuve que echarles una bronca para que se hicieran las cosas. Tuve que ponerme furioso para poner a mi mujer en su sitio. Esto son racionalizaciones. Así es como tu ego sigue pensando que todavía eres tú quien manda. Pero no eres tú. La ira surge de antiguas pautas que vienen del pasado. Y cuando surge la ira, tú procuras encontrar una excusa. Los psicólogos han experimentado con esto y han llegado a una misma conclusión que la sicología esotérica oriental: el hombre es una víctima, no es el que manda. Los psicólogos han colocado a personas en total aislamiento, con todas las comodidades posibles. Se les proporcionaba cualquier cosa que necesitaran, pero no se les permitía establecer ningún contacto con otros seres humanos. Vivían en aislamiento en una celda con aire acondicionado. Sin trabajar, sin preocupaciones, sin problemas... pero los viejos hábitos persistían. Una mañana, sin ninguna razón aparente -porque se le proporcionaban todas las comodidades, no había preocupaciones, no había excusas para irritarse-, el sujeto sufría un repentino ataque de ira. Está dentro de ti. A veces, de pronto te sientes triste sin razón aparente. Otras veces, te sientes feliz, o te sientes eufórico, extático. Un hombre privado de relaciones sociales, aislado a todo confort, con todas las necesidades satisfechas, pasa por todos los estados de ánimo por los que pasaría si se relacionara. Eso significa que algo sale de dentro, y tú lo achacas a otro. Eso no es más que una, racionalización. Te sientes bien, te sientes mal, y esas sensaciones burbujean desde tu propio subconsciente, desde tu propio pasado. Nadie es responsable, excepto tú. Nadie puede ponerte furioso y nadie puede ponerte contento. Te pones contento tú solo, te pones furioso tú solo y te pones triste tú solo. Si no te das cuenta de esto, seguirás siempre siendo un esclavo.. El dominio de uno mismo se adquiere cuando uno se da cuenta: «Soy absolutamente responsable de todo lo que me ocurre. Ocurra lo que ocurra, sin condiciones, el responsable absoluto soy yo.» Al principio, esto te pondrá muy triste y te deprimirá, porque si puedes cargar a otro con la responsabilidad, te sentirás bien porque no has actuado mal ¿Qué puede uno hacer cuando su esposa se comporta de un modo tan desagradable? Tienes que enfadarte. Pero recuérdalo bien: tu esposa se porta de manera desagradable por sus propios mecanismos internos. No está siendo desagradable contigo. Si tú no estuvieras, sería desagradable con los niños. Si los niños no estuvieran, sería desagradable con la vajilla; tiraría los platos al suelo. Habría roto la radio. Algo tendría que hacer, porque le venía el mal humor. Fue pura casualidad que te encontrara a ti leyendo el periódico y se pusiera desagradable contigo. Fue pura coincidencia que tú estuvieras a mano en un mal momento. Tú estás enfadado, pero no porque tu mujer estuviera desagradable; ella proporcionó la situación, eso es todo. Ella te dio la oportunidad de ponerte furioso, una excusa para ponerte furioso, pero la ira estaba burbujeando ya. Si tu mujer no hubiera estado ahí, tú te habrías enfadado de todos modos... con algún otro, con alguna idea, pero la ira tenía que hacerse presente: Era algo que venía de tu propio subconsciente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

Buscar este blog