«La poesía está en todo, en la tierra y el mar, en el lago y en la ribera del río. También está en la ciudad, no lo niegues, se hace evidente a mis ojos, mientras estoy aquí sentado: hay poesía en esta mesa, en este papel, en este tintero: hay poesía en el ruido de los coches, en la calzada, en cada movimiento vulgar y ridículo de un obrero que, al otro lado de la calle, pinta el cartel de una carnicería.
Mi sentido más profundo predomina en mí de tal modo sobre los cinco sentidos que veo las cosas de la vida, estoy convencido, de una forma distinta a la de los demás hombres. Para mí existe, o existía, una riqueza en el significado de algo tan ridículo como la llave de una puerta, un clavo en la pared, los bigotes de un gato. Existe, para mí, una sugestión espiritual plena en una gallina que cruza la carretera cacareando. Existe, para mí, un significado más profundo que el miedo de las personas en el olor del sándalo, en una caja de cerillas olvidada, en dos papeles sucios que, en un día de viento, dan vueltas y se persiguen calle abajo.
Y es que la poesía es admiración, perplejidad, como la de un ser que hubiera caído del cielo y se diera cuenta durante su propia caída, atónito. Como alguien que conociera las cosas en el alma y luchando por recordar este conocimiento, se diera cuenta de que no era así como las conocía, no bajo esa forma y esas condiciones, y fuera incapaz de recordar más».
Fernando Pessoa | Diarios
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