viernes, 7 de febrero de 2025

 Los estoicos, he de ser claro al respecto, se enfrentan a un dilema. Si se asocian con otras personas, corren el riesgo de que su serenidad se vea perturbada; si preservan su tranquilidad rehuyendo a otras personas, no cumplirán con su deber social de formar y mantener relaciones. Por lo tanto, la pregunta es la siguiente: ¿ cómo preservar la serenidad a la vez que se interactúa con los demás? Los estoicos pensaron mucho en esta cuestión. En el proceso de elaboración de una respuesta, desarrollaron todo un cuerpo de consejos para relacionarnos con los demás.

 Para empezar, los estoicos recomendaban preparar nuestra interacción con los demás antes de que esta se produjera. Así, Epicteto nos aconseja formar «un cierto carácter y patrón» para nosotros cuando estamos solos. Luego, cuando nos asociemos con otras personas, hemos de ser fieles a lo que somos. [1]

 Como hemos visto, los estoicos piensan que no podemos ser selectivos al cumplir nuestro deber social: a veces tendremos que asociarnos con personas irritantes, equivocadas o maliciosas a fin de trabajar para el interés común. Sin embargo, sí podemos ser selectivos en las relaciones de amistad. Por lo tanto, los estoicos recomiendan evitar trabar amistad con personas cuyos valores han sido corrompidos, por temor a que sus valores nos contaminen. Al contrario, hemos de buscar como amigos a aquellos que comparten nuestros valores ( correctos y estoicos) y, en particular, a aquellos que realizan una mejor tarea que nosotros a la hora de vivir de acuerdo con esos valores. Y mientras disfrutamos de la compañía de estos individuos, debemos trabajar duro para aprender todo lo que podamos de ellos.

 Los vicios, advierte Séneca, son contagiosos: se extienden, rápida e inadvertidamente, desde aquellos que los poseen a aquellos con los que entran en contacto. [2] Epicteto repite este consejo: si pasas tiempo con una persona inmunda, tú también llegarás a ser inmundo. [3] En concreto, si nos asociamos con individuos con deseos malsanos, existe el peligro real de que pronto descubramos deseos similares en nosotros mismos y, en consecuencia, nuestra serenidad se verá perturbada. Por lo tanto, siempre que sea posible, deberíamos evitar asociarnos con personas cuyos valores han sido corrompidos, así como deberíamos evitar, por ejemplo, besar a quien tiene gripe.

 Además de aconsejarnos evitar a las personas con vicios, Séneca añade sortear a la gente quejumbrosa, «siempre melancólica y que se lamenta de todo, que encuentra placer en cada oportunidad para quejarse». Se justifica observando que un compañero «siempre molesto y que se lamenta por todo es un enemigo de la serenidad» [4] ( por su parte, en su famoso diccionario, Samuel Johnson incluye un maravilloso término para estos individuos: un buscapenas es, según explica, «aquel que se esfuerza por encontrar disgustos»).

William Irvine

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