sábado, 8 de febrero de 2025

 La difusión de la alfabetización en Roma fue un proceso de gradual importancia. La existencia de grafitos y el hecho de que el soldado medio supiera escribir cartas a su hogar sugieren que la escritura y la lectura superaban el círculo de senadores y políticos. Con todo, debemos tener cuidado y no exagerar: no había anteojos en Roma, ni anuncios impresos, ni horarios, ni circulación masiva de la Biblia. Se calcula que no más del 5 por 100 de la población de la Atenas clásica sabía leer y escribir, y en la Roma de Augusto la cifra no superaba el 10 por 100. En cualquier caso, para empezar, la alfabetización no suponía entonces la ventaja que hoy nos resulta tan obvia. En la antigüedad mucha gente desarrollaba una memoria prodigiosa y era capaz de recordar sin error materiales de gran extensión, y otra se sentía contenta escuchando sus recitados: el respeto por la memoria estaba profundamente arraigado. verdad «saber de letras» (en el sentido de «conocer libros») de segunda mano. Entre los argumentos en contra de una difusión más amplia de la alfabetización destacan los económicos. En la Roma clásica los rollos se hacían de hojas de papiro pegadas juntas, eran difíciles de manejar y escribir en ellos con pluma y tinta era todavía más difícil, sobre todo a medida que el manuscrito se alargaba. Sin embargo, se producían copias, Cicerón es sólo uno de los que enviaba obras a su amigo Ático, que tenía esclavos permanentes para hacer duplicados. Horacio se refiere a los hermanos Sosii, e insinúa que su negocio como editores-vendedores de libros era rentable, tanto Quintiliano como Marcial mencionan a Trifón y Arecto como editores.[946] Con todo, esto parece dudoso. Según un cálculo, una hoja de papiro en el siglo I d. C. costaba entre treinta y treinta y cinco dólares (de 1989) en Egipto, donde era fabricado, lo que significa que en el extranjero costaría mucho más. El primer libro de epigramas de Marcial, de unos setecientos renglones, se vendía a veinte sestercios (cinco denarios) y su decimotercer volumen (de 276 renglones) a cuatro sestercios (un denario). Para darnos alguna idea de valor, Marcial mismo afirmaba que «es posible conseguir una cena de garbanzos y una mujer por un as cada una». Dado que un as valía un dieciochoavo de un denario, esto significa que, como señala John Barsby, «era posible conseguir cuarenta y cinco cenas de garbanzos más cuarenta y cinco noches de amor por el precio de una copia del libro de epigramas de Marcial. Milagro que vendiera una sola copia»

Peter Watson 

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