sábado, 22 de febrero de 2025

 El escritor que hay en mí morirá,  naturalmente, enseguida, pues una figura semejante carece de suelo, de consistencia, no es ni siquiera polvo; sólo es posible  en la vida terrenal más absurda, sólo es una construcción  de la sensualidad.  Éste es el escritor.  Yo mismo, sin embargo, no puedo seguir viviendo, puesto  que no he vivido. 

He permanecido siempre barro, no he logrado que la chispa se convirtiese en fuego, sólo la he utilizado para iluminar el cadáver.  Será un entierro peculiar: el escritor, algo, por  consiguiente, inconsistente, entregará al viejo cadáver, el cadáver de siempre, a la tumba. 

Kafka 

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