lunes, 29 de junio de 2020

Walter Riso

 Buscar, indagar, no resignarse a la rutina y desperdiciar las opciones placenteras que la vida ofrece. No hablo de dejarse llevar desesperadamente por el deseo, sino de desparramar la capacidad de disfrute por el mundo para obtener sus beneficios, como quien riega agua en un jardín. El apego nos pone anteojeras y nos dirige a un solo lugar, como si no hubiera más experiencias atractivas y agradables en el mundo. Aceptar esto pasivamente es acabarse como persona. Trata de no repetir lo que otros hicieron o dijeron que debías hacer, como si fueras un autómata. No te vuelvas predecible. Ensaya nuevos comportamientos y sacude los cimientos de los lugares comunes. Tu mente está preparada para esculcar más allá de lo evidente. Salta de un esquema a otro, atrévete a descubrir y no te resignes a lo obvio. He conocido gente que lleva el mismo peinado, se viste de la misma manera y lee los mismos libros desde hace veinte años. Es evidente que uno se queda con lo que mejor le funciona y le hace sentir bien, pero si te paralizas en lo fundamental, tu mente se contaminará como el agua de un estanque que no fluye. No esperes a estar seguro o segura para arrancar a vivir. No existe tal seguridad. Come cosas nuevas, explora maneras  de vestirte, asiste a cursos exóticos, lee libros prohibidos, tíñete el pelo, escribe una novela que nadie lea, coquetea más, duerme en el piso, viaja sin rumbo, cambia tus prácticas, sacude la tradición que te exige el apego y entonces notarás que la dependencia perderá fuerza y atenuará su impacto sobre tu mente. Podrías decirte a ti mismo: «El apego no es lo único: la vida existe por otras partes». Y si logras convencerte seriamente de esta frase y con toda la energía que puedas, el apego quedará aplastado por su propio peso. El miedo irracional a perder el control La fobia a lo nuevo existe y es más común de lo que uno cree. Los que la padecen se han acostumbrado tanto a quedarse quietos que el movimiento les genera estrés y angustia. Una de mis pacientes, cuando salía con un hombre que le agradaba y tomaba una copa o dos, de inmediato se embutía un litro de agua para diluir el efecto del alcohol para evitar «perder el control» (no era más que vino y no tenía un pelo de alcohólica). Aceptemos que si uno está con un psicópata en potencia, sería prudente ni oler el vino y tener un guardaespaldas lo más cerca posible, pero los pretendientes de mi paciente eran hombres normales que nada tenían de asesinos en serie. Lo que la frenaba era el temor a ser «socialmente adecuada» o sentirse ridícula. Cuando el miedo a perder el control te embargue, pregúntate con -una mano en el corazón y otra en el cerebro si existe un riesgo considerable y objetivo a que te lastimen. Y si el riesgo es real, retírate, pero si solo se trata de anticipaciones catastróficas, sin otra razón que tus debilidades, disfruta y vive. En un extremo están los descontrolados y en el otro los constipados emocionales, así que deberías buscar el punto medio. Si no tienes ninguno vulnerabilidad especial que te predisponga a meterte en problemas y tu comportamiento es inofensivo para ti y la gente que te rodea, ¿por qué no? Deja que la espontaneidad también ocupe un lugar en tu vida. Tener una personalidad encapsulada no te hace mejor ni especial, solo te limita. No hablo de ser irresponsable, sino de no dejarse llevar por un control asfixiante. Recuerdo una paciente que se controlaba durante el orgasmo porque no quería excederse. Temía mostrar el placer sin inhibiciones. Si este fuera tu caso, la solución es clara: simplemente déjate llevar. Déjate ir o venir, después de todo es tu orgasmo, es tu placer y no le estás haciendo mal a nadie. ¿Temes que el vecino se queje por los gritos?, pues baja el volumen sin apagar la música del erotismo. Y si tu pareja se escandaliza, búscate otra que sepa cantar a dúo sin resquemores. «Sentir poco» no es una virtud, es un síntoma. 3. El espíritu de rebeldía o contra la autoridad que limita Romper las ataduras del apego requiere, además de voluntad, cierto espíritu de rebeldía. Implica desarrollar una actitud de oposición frente a las coacciones y los modelos autoritarios que quieren influir sobre tu conducta, reprimiéndola o «encauzándola ». No obstante, tal como afirmaba Fromm, no toda autoridad es negativa. Existe una autoridad racional, respetada y admirada, que considera a los demás como ¡guales. Y también existe una autoridad irracional que se impone a la fuerza, que no es respetada y que fomenta la desigualdad. Los que han sido víctimas de una educación basada en la autoridad irracional (autoritarismo) suelen perder iniciativa y tienden a resignarse a su suerte. Les aterra ir contra la norma establecida y obviamente cualquier cambio que afecte la tradición. El culto a la autoridad restringe el espíritu aventurero. Vuélvete más travieso, sublévate de tanto en tanto, especialmente cuando sientas que te aprietan demasiado las normas o los «no debes» sin fundamento. Ser un insurgente de la propia existencia es mezclar de manera adecuada la desobediencia y la amabilidad: «Lo siento, no quiero o no me apetece». ¿Lo dices alguna vez? No me refiero a ser un rebelde sin causa, sino a ser un defensor de tu esencia, así vaya en contra de la moda o la costumbre. A veces es importante salirse de la manada y no andar con la corriente, así te vean como un bicho raro. Eres único, no sé qué tan maravilloso, pero eres irrepetible. Y por el solo hecho de ser una singularidad pensante, tienes el derecho a disentir cuando creas que valga la pena hacerlo, ¡ejércelo! El apego no prospera tan fácil en aquellas mentes inquietas que se oponen activamente al conformismo. Para hacerle frente a la dependencia hay que apuntar a ser interiormente libre y que no nos digan cómo pensar y sentir. ¿Qué puedes hacer? Desde hoy, sin excusas, sé tú mismo y no le rindas pleitesía a nada ni nadie. La gente apegada a las normas protestará por tu actitud, no les gustará verse confrontada. No es problema tuyo. El apego te hace mirar la vida por el ojo de una cerradura en vez de abrir la puerta de par en par; todo lo empequeñece y  lo distorsiona ¿Recuerdas la película The Truman Show? Nada está escrito para siempre, nada es como parece ser y todo puede cambiar, incluso el miedo y la adicción que te manejan como títere. El espíritu de rebeldía te garantiza que si el apego ataca, no encontrará una presa fácil. Vuélvete insoportable para las mentes rígidas.

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