domingo, 14 de junio de 2020
Walter Riso
La consigna es determinante: la dependencia acaba con tu capacidad de asombro y hace que la vida cotidiana se vuelva grotescamente previsible. Cuando el deseo se convierte en apego, todo gira a su alrededor. Una y otra vez harás lo mismo para obtener lo mismo. Como un pequeño hámster enjaulado y corriendo sobre una rueda, te la pasarás pedaleando sin moverte del lugar. Apegarte es volverte rutinario, porque el otro o lo otro ocupará hasta el último resquicio de tu mente y no podrás hacer contacto con lo nuevo. No habrá sorpresas. Unos de mis pacientes, a quien su amante lo había echado sin la menor consideración después de varios años de relación, me decía: «Estuve preso ocho años... Como en una cárcel y feliz de mi cárcel... Todo se reducía a ella, a lo que me decía y a si podía verla o no. Ahora quiero ver la luz y sentir el sol en mi cara... Cada vez que nos encontrábamos en algún hotel de mala muerte, cerrábamos las cortinas para escondernos; nuestro mundo era el encierro. Ahora me siento vaciado, libre... Es una sensación extraña, como si mi cerebro se hubiera formateado a sí mismo. Me sobra espacio mental y afectivo...». Tuvo la fortuna que muchos enamorados víctimas del apego no tienen: su amante se enamoró de otro y lo liberó. La fuente del placer lo dejó a él. El mundo está repleto de gente sufriente, sujeta a dependencias emocionales y psicológicas que creen estar tocando el cielo con las manos y lo que han hecho en realidad es empequeñecer su experiencia vital al extremo. Solo cuando ven la opción del desapego, de soltarse y desatar el nudo afectivo que los aprisiona (lo cual es para valientes, porque implica CÓMO IDENTIFICAR EL APEGO Y NO DEJARSE VENCER POR ÉL echar muchas cosas por la borda), renacen a una vivencia que tenían olvidada. Una pequeña recomendación: escribe la siguiente frase de Tagore en algún sitio y cuando la rutina te embargue, déjala entrar libremente a tu mente para que tome las riendas: «La vida es la constante sorpresa de saber que existo». Que quede claro: «constante sorpresa».
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