domingo, 24 de septiembre de 2023

James Clear

 El verdadero cambio de conducta es un cambio de identidad. Puedes iniciar un hábito porque tienes la motivación para adquirirlo, pero la única razón por la cual lo mantienes y lo cultivas es porque se convierte en parte de tu identidad. Cualquiera puede convencerse a sí mismo de ir al gimnasio o de comer saludablemente una o dos veces, pero si no cambias el sistema de creencias detrás de tu conducta, será muy complicado comprometerse a mantener los hábitos a largo plazo. Las mejoras solamente son temporales hasta que se convierten en parte integral de lo que eres. • La meta no es leer un libro, la meta es convertirse en lector. • La meta no es correr un maratón, la meta es convertirse en corredor. • La meta no es aprender a tocar un instrumento, la meta es convertirse en músico. Tus conductas suelen ser un reflejo de tu identidad. Lo que haces es un indicador del tipo de persona que crees que eres —independientemente de que esto se dé a nivel consciente o inconsciente—. * Las investigaciones han demostrado que una vez que una persona cree en un aspecto particular de su identidad, es más proclive a actuar de acuerdo con esa creencia. 3 Por ejemplo, las personas que se identificaron a sí mismas como votantes, fueron más proclives a emitir su voto que aquellas personas que solo manifestaron su intención de votar. De la misma manera, la persona que incorpora el ejercicio físico a su identidad, no tiene que convencerse a sí misma de entrenar. Hacer lo correcto es sencillo. Después de todo, cuando tu conducta y tu identidad están completamente sincronizadas, ya no intentas lograr cambios de conducta. Simplemente estás actuando como la persona que tú crees que eres. Como todos los aspectos de la formación de hábitos, este también es una espada de dos filos. Cuando trabaja a tu favor, el cambio de identidad puede ser una poderosa fuerza de superación personal. En cambio, cuando trabaja en tu contra, el cambio de identidad puede ser una maldición. Una vez que has adoptado una identidad, es fácil que tu lealtad hacia ella influya en tu capacidad para cambiar. Mucha gente avanza por la vida en medio de un adormecimiento cognitivo, siguiendo ciegamente las normas asociadas a su identidad. • «Soy pésimo para seguir instrucciones». • «No sirvo para despertarme temprano». • «Soy malísimo para recordar los nombres de las personas». • «Siempre llego tarde». • «Estoy negado para la tecnología». • «Soy pésimo para las matemáticas». ... Y miles de variantes más. Cuando te has repetido a ti mismo una historia por años, es sencillo que te aferres a estas rutinas mentales y las aceptes como un hecho. Con el tiempo, comienzas a resistirte a realizar ciertas acciones porque crees que no son parte de lo que tú eres. Se desarrolla una presión interna para mantener intacta la imagen de ti mismo y tú te comportas de manera consistente con tus creencias. 4 Encuentras todas las maneras posibles de evitar caer en contradicciones con esa imagen que tienes de ti mismo. Entre más profundamente estén vinculados a tu identidad, las acciones y los pensamientos serán más difíciles de cambiar. Puede parecer cómodo creer en lo que tu entorno cultural cree (identidad de grupo) o hacer aquello que sustenta tu autoimagen (identidad personal), a pesar de que no sea correcto y te perjudique. El conflicto con la identidad es la mayor barrera que puede enfrentar el cambio positivo a cualquier nivel (individual, grupal o social). Los hábitos positivos pueden tener sentido a nivel racional, pero si entran en conflicto con tu identidad, vas a fracasar cuando intentes ponerlos en práctica.

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