El siglo XX no había llegado a cumplir una semana cuando, el sábado 6 de enero, en Viena, capital de Austria, surgió la reseña de un libro que acabaría por modificar por completo la idea que la humanidad tenía de sí misma. En realidad, el libro se había editado en noviembre del año anterior, tanto en Leipzig como en Viena, pero llevaba la fecha de 1900, y la citada reseña se convirtió en la primera noticia que se tuvo de él. El libro en cuestión tenía por título La interpretación de los sueños, y su autor era un médico judío de cuarenta y cuatro años originario de Freiberg, Moravia, llamado Sigmund Freud. Las primeras teorías de Freud fueron acogidas con incredulidad no exenta de indignación y provocaron una hostilidad incesante. El barón Richard von KrafftEbing, reconocido autor del libro Psychopathia Sexualis, afirmó en tono de burla que sus opiniones en relación con la histeria parecían «un cuento de hadas científico». El instituto neurológico de la Universidad de Viena negó tener nada que ver con él. En palabras del mismo Freud: «No tardó en hacerse un vacío alrededor de mi persona». La idea fundamental de La interpretación de los sueños es que durante el sueño el yo es como «un centinela que se ha quedado dormido en su puesto». Las primeras ventas de La interpretación de los sueños reflejan la escasa acogida que se le brindó. De los 600 ejemplares que se imprimieron en un principio, sólo se vendieron 228 durante los dos primeros años, cifra que al parecer ascendió a 351 seis años después de haberse publicado. Pero lo que más molestó a Freud fue la poca atención que le prestaron los profesionales de la medicina de Viena. Algo parecido sucedió en Berlín. A la conferencia sobre los sueños que había aceptado dar en la universidad acudieron tan sólo tres personas. En 1901, poco antes de la que debía pronunciar en la Sociedad Filosófica, recibió una nota que le rogaba que indicase «las partes de su discurso susceptibles de ser censuradas, haciendo una pausa para permitir a las damas que abandonen la sala». Tampoco faltaron los colegas que se compadecían de su esposa, «la pobre mujer cuyo marido, que antes era un científico inteligente, ha resultado ser un individuo estrafalario e indecente»
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Archivo del blog
-
►
2024
(1042)
- ► septiembre (107)
-
▼
2023
(855)
-
▼
septiembre
(72)
- Cuentan que un día un peregrino se encontró con l...
- Peter Watson
- Ernesto Sabato
- Bukowski
- Jeffrey Sachs
- Sherwin B. Nuland
- Alejandro Dolina
- Margaret Atwood
- Gabriel Rolon
- Robert Hooke
- Terry Eagleton
- Some are like water, some are like the heatSome a...
- Arthur Schpenhauer
- Giordano Bruno
- William Godwin
- Christopher McDougall
- Friedrich Nietzsche
- James Clear
- Alan Weisman
- Juan Rulfo
- Hermann Hesse
- Jack Kerouac
- Christopher McDougall
- La primera poeta esclava de América Les presento...
- Cristina Martin
- Ernesto Cardenal
- WILILAM MARCH
- James Hillman
- Efraín Bartolomé
- Camus
- Ruth Bebermeyer
- ROBERT J. SAWYER
- Paul Valéry
- TERRY EAGLETON
- Cristina Peri Rossi
- Había una ciega sentada en la calle con una taza ...
- James Clear
- Jacques Prevert
- Sartre
- Jiddu Krishnamurti
- Frida Kahlo
- «—Entonces, ¿cómo se alcanza la felicidad durader...
- Gabriel Rolon
- Así, las personas han perdido de vista que el ver...
- Teresa Castillo
- Sherwin B. Nuland
- Exupéry
- Pau Casals
- Camus
- Antoine de Saint-Exupéry
- Lou Marinoff
- Antonio Blay
- Emerson
- Elena Poniatowska
- Fairfax Downey
- Oriah Mountain Dreamer
- Sigmund Freud
- Zhang Ziyi
- Jodorowsky
- Dulce María Loynaz
- James Hillman
- Pedro Muagura
- Leopoldo María Panero
- Andre Aciman
- Charles Bukowski
-
▼
septiembre
(72)
-
►
2022
(630)
- ► septiembre (27)
-
►
2021
(1053)
- ► septiembre (59)
-
►
2020
(1232)
- ► septiembre (75)
-
►
2017
(272)
- ► septiembre (28)
-
►
2016
(153)
- ► septiembre (29)
-
►
2015
(385)
- ► septiembre (4)
-
►
2014
(562)
- ► septiembre (15)
-
►
2013
(1055)
- ► septiembre (68)
-
►
2012
(769)
- ► septiembre (108)
No hay comentarios:
Publicar un comentario