sábado, 23 de septiembre de 2023

Alan Weisman

 Algunos ostentan marcas internacionales: limpiador exfoliante de Ponds, tubo de pasta de dientes Colgate, crema Neutrogena, crema Clearasil… Algunos se venden en varios países; otros, únicamente en el Reino Unido. Pero todos ellos tienen algo en común.

 «Los exfoliantes son pequeños gránulos que masajean tu cuerpo mientras te bañas.» Browne escoge un tubo color melocotón de exfoliante de albaricoque Saint Ives; en la etiqueta se lee: cien por cien exfoliantes naturales . «Este está bien. Los gránulos son en realidad trocitos de semillas de jojoba cultivada y cáscaras de nuez.» Otras marcas naturales emplean semillas de uva, huesos de albaricoque, azúcar sin refinar o sal marina. «Pero el resto — explica describiendo un círculo con la mano — se han pasado al plástico.»

 En todas ellas, en la lista de ingredientes, aparece: «gránulos de polietileno microfinos», o «microesferas de polietileno», o «bolitas de polietileno», o simplemente «polietileno».

 «¿Puedes creerlo? — pregunta Richard Thompson sin dirigirse a nadie en particular, en voz tan alta que los demás rostros apartan los ojos del microscopio para mirarle — . Están vendiendo un plástico destinado a ir a parar directamente al desagüe, a las alcantarillas, a los ríos, directo al océano. Fragmentos de plástico del mismo tamaño que el alimento de las pequeñas criaturas marinas que se lo van a tragar.»

 También se están empleando cada vez más materiales plásticos para rascar la pintura de barcos y aviones. Thompson se estremece: «Uno se pregunta dónde se vierten esas bolitas de plástico cargadas de pintura. Sería difícil contenerlas en un día de viento. Pero aun suponiendo que se las pueda contener, ningún sistema de alcantarillado dispone de filtros para un material tan pequeño. Resulta inevitable: acaban en el medio ambiente».


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